Hace unos días escuché en los informativos de la tele que nuevamente habíamos batido el récord de turistas en lo que llevábamos de 2018, que volvíamos a ser uno de los destinos preferidos de todos los viajantes, y que incluso el turismo nacional se había visto reactivado, como prueba de que la economía familiar iba recuperándose poco a poco (o eso era lo que decían al menos, habría que charlar un rato bien extenso sobre eso, ¿no crees?). Por mi parte, es cierto que últimamente he visto por estos lares mucho movimiento: este verano ha habido mucha demanda para alquilar las viviendas de esta urbanización, incluso sé de buena tinta que muchos de los interesados se han quedado con las ganas de pasar unos días aquí; y, es verdad, han sido mucho los extranjeros que este verano lo están pasando con nosotros.
Alrededor de la piscina en una noche calurosa, justo como las que estamos teniendo, mis colegas y yo nos volvemos un poco filósofos, pero el tema de anoche realmente creo que era importante y, además, muy curioso. Después de haber visto durante todo el día varias turistas paseando por toda la urbanización con micro bikinis o ligeritas de ropa en todo caso, todos estábamos de acuerdo en que nos encantaban las mujeres culonas, y no esas chicas delgadas de trasero escurrido que suelen venir de países nórdicos, y que si bien antes llamaban la atención por su altura, su cabello rubio y sus ojos azules, ya no eran tan apreciadas como antaño. Pero el quid de la cuestión vino en la segunda parte de la discusión, cuando en verdad ya llevábamos unos cuantos tintos de verano, aunque yo estoy seguro que eso nos daba lucidez en vez de quitárnosla.
Porque, ¿dónde se podían ver más traseros atractivos, entre las turistas extranjeras, o entre nuestras bellezas autóctonas? Fue ahí precisamente donde no nos pusimos de acuerdo, y eso que estuvimos horas hablando sobre el tema. Parecía que estábamos de acuerdo en que nos gustaban más las mujeres tipo latinas que las nórdicas, por lo menos así en general (hay auténticos pibonazos allá por el Norte, no lo vamos a negar), pero el dilema venía en saber si preferíamos a las chicas sudamericanas, famosas por sus tremendos culazos, o si pensábamos que las españolas no tenía nada que envidiarles. En realidad, llegado un momento, me preguntaba qué diferencia podía haber entre unas y otras, pero uno de mis amigos me explicó que la mezcla de razas en Sudamérica sí que marcaba la diferencia; lo dijo con tanta seguridad que no tuve ningún argumento para rebatirlo, y todavía sigo pensando en ello. En cualquier caso, lo que más me llamó la atención es que, entre los que defendían a las culonas de origen nacional, se les veía que era más por un sentido patriótico que por alguna razón lógica, y me incluyo, la verdad.
En realidad, puedo hablar de esto con cierta autoridad, porque realmente sí que he visto bastantes extranjeras en todos mis años de vida, y ciertamente nunca me han llamado la atención demasiado. De hecho, sí que he tenido varios líos con varias de ellas, y por supuesto lo he disfrutado mucho; pero estoy seguro de que, si llego a acabar teniendo una relación seria y duradera, será con una latina española. ¿Por espíritu patriótico? Pues no lo sé, me gusta defender la belleza de la tierra por lo general, y no tengo ningún motivo lógico para hacer esta afirmación; pero lo siento en los huesos, y ya sea por su inteligencia, su cultura, su forma de ser o, por qué no, por lo buena que esté, acabaré seguro con una culona de aquí.